domingo, 4 de octubre de 2009

El efecto de los Rayos Gamma sobre las Margaritas


Paul Newman dirigió en 1972 esta hermosa película basada en la obra de teatro por la cual su autor Paul Zindel obtuvo el premio pulitzer un año antes . Joanne Woodward, esposa de Newman, fue la designada para encarnar a Beatrice Hunsdorfer el personaje principal y probablemente tanto para Newman en su faceta como director como para Woodward en su carrera de actriz fue esta la mejor película de ambos.

LOS PERSONAJES

Beatrice Hunsdorfer es una viuda que vive en una vieja casa con sus dos hijas adolescentes. Su marido la abandonó poco antes de morir dejándole únicamente una modesta pensión de la que, con alguna dificultad, viven madre e hijas. Beatrice es una mujer difícil por su personalidad extravagante a la que acucia además un fuerte resentimiento contra todo y contra todos incluidas sus propias hijas. Piensa que el mundo que la rodea conspira contra ella para negarle la oportunidad de una vida mejor. Su inestabilidad emocional y su desequilibrio personal sólo le dejan tiempo para pensar obsesivamente en sí misma y en su infortunio desatendiendo la relación con sus hijas a las que trata con despotismo. Únicamente vive con la esperanza de que un golpe de suerte venga en ayuda de las iniciativas poco realistas que su mente concibe y la saque un día de la amargura e insatisfacción en las que vive. En esa búsqueda desesperada consume sus días llena de ansiedad y sarcasmo.


Ruth es la hija mayor de Beatrice, una adolescente extrovertida que ha heredado algo del ingenio e histrionismo sarcástico de su madre. En el instituto se interesa más por los chicos que por los estudios. Para complicar más la situación familiar padece de epilepsia y ataques de pánico nocturno lo cual ensombrece aún más la deprimida atmósfera familiar que reina en la casa y es también expresión del ambiente psíquico poco salubre que Beatriz ha irradiado a su familia. Ruth vive dolida y resignada en su interior por la falta de cariño que su madre demuestra hacia ella y su hermana pero sabe que habrá de llegar el día en que su subleve contra Beatrice "incapacitando" su autoridad materna.

La pequeña Matilda de carácter tímido y asustadizo vive bajo el miedo que le inspira su madre. Ante los desvaríos y las ácidas reprimendas que esta le dirige ella calla y agacha la cabeza en actitud de sumisión. Frente a la representación hostil del mundo y de la vida que Beatrice intenta inculcarle "¿no odias el mundo Matilda?" ella se refugia en la belleza de la ciencia que representa un mundo más ordenado y humanista. El señor Goodman, su profesor de ciencias naturales, le habla acerca de los átomos de los que todos estamos compuestos procedentes de estrellas que estallaron hace millones de años en el espacio. Así nace en Matilda un deseo de trascender el caos y la mediocridad en la que vive a través de la ciencia que le ofrece una visión llena de armonía y un anhelo de elevación intelectual y espiritual.

ANÁLISIS SIMBÓLICO Y PSICOLÓGICO

La presentación del personaje de Beatrice ante el público se lleva a cabo mediante un plano muy elocuente que nos adelanta ya mucho de su compleja personalidad. El rostro de la mujer aparece reflejado en un pequeño espejo en el que se mira, en el interior de unos almacenes mientras, comprueba cómo le quedan las distintas pelucas expuestas para la venta. Aquí hay una metáfora clara que expresa el deseo inconsciente del personaje de ser otra persona, con una vida distinta alejada de la frustración en la que ella vive. Estos planos hacen hincapié del mismo modo en los rasgos excéntricos de su personalidad puesto que las pelucas que se prueba son en su mayoría extravagantes y de colores llamativos. El personaje delata aquí también su carácter indeciso y la inseguridad de su proceder cuando en una interpretación magnífica Joan Woodward mira de vez en cuando a su alrededor con expresión temerosa, inquieta ante la posibilidad de que alguien pueda estar observándola y riéndose de ella.

El estupendo guión de esta película está cargado de frases llenas de ironía e ingenio que sintetizan el pensamiento y la personalidad de Beatrice. Es una mujer que está dejando atrás la juventud y siente que ha comenzado su período de decadencia física. Cuando Ruth le pregunta que por qué ha comprado una peluca ella le contesta: "porque llega un momento en la vida de toda mujer en el que oye una vocecita que le dice: cómprate una peluca".

LA CASA

El estado de la casa de la familia Hunsdorfer es una figura analógica del estado mental de Beatrice. La casa es un puro desorden y la limpieza deja mucho que desear. La escasa luz de la vivienda agudiza aún más su aspecto deprimente. Todo aparece lleno de objetos inútiles, viejos cachivaches, muebles dispares y oscuros, sillas y mesas distribuidas sin ningún criterio estético ni funcional. Los cacharros sucios se apilan por decenas en los fregaderos herrumbrosos de la cocina. El mismo desorden puede observarse en el porche y en el terrerno exterior de la casa donde sólo quedan restos amarillentos y matojos de lo que en otro tiempo fuera el césped, surgen arbustos desnudos de hojas y todo el conjunto no es más que un vertedero a lo largo de cuya extensión se distribuyen al azar todo tipo de trastos inútiles.

En la desolación de esta casa oscura, sucia y caótica hay una estancia sin embargo que es un reducto de orden y limpieza. La habitación dispuesta para el alquiler es la única en la que Beatrice pone cuidado y se esfuerza en que esté siempre impecable a la espera de que sea ocupada por alguien. Esta habitación representa la esperanza en la vida de Beatrice, la ilusión de que su vida mejore, y es un símbolo que quiere significar un punto de luz entre las tinieblas de la mente del personaje. Hay por tanto el atisbo de un camino de redención para Beatrice y en ello concentra su empeño inconstante y lo mejor de sí misma. La limpieza escrupulosa y el aspecto agradable de esta habitación evidencian que el personaje no es incapaz de obrar de manera constructiva cuando consigue salir por breves momentos de la apatía y el desinterés que condicionan su vida.

La familia Hunsdorfer vive bajo la anomalía pues en ella existe una inversión en el rol de sus integrantes. Esto queda expresado en la escena en la que las hijas despiertan a su madre antes de irse al colegio. No es la madre quien comienza el día levantándose para preparar el desayuno a sus hijas antes de despertarlas sino más bien al contrario dejando al descubierto el desinterés y la desgana que siente Beatrice a menudo hacia sus responsabilidades como madre.


LA ANCIANA

La llegada a la casa de la anciana cierra el círculo generacional de las mujeres que la habitan. La vieja Annie es una proyección en el futuro de Beatrice y así lo presiente ella misma cuando en un determinado momento contempla absorta desde la cocina la aparición fantasmal y ralentizada de la vieja, que camina sigilosamente por los pasillos ayudándose de su andador. Al igual que la anciana Beatrice está abocada a una vejez solitaria, abandonada por sus hijas. De hecho Ruth expresa un desprecio profundo hacia la idea de tener que cuidar a Annie, la anciana enferma, y este rechazo anticipa cual ha de ser su actitud futura cuando llegue la vejez de su propia madre


LA RELACIÓN ENTRE BEATRICE Y SUS HIJAS

Beatrice tiene una relación difícil con sus hijas. La causa de ello es el egoísmo al que la tiene sometida la actitud escéptica y rencorosa que manifiesta su pensamiento y su manera de conducirse. Vive ensimismada en sus propios problemas y probablemente piensa que el hecho de tener hijas a su cargo es una complicación más de la que desearía liberarse a veces.

Tras años de acumular rencor e ira hacia el mundo en el que vive, Beatrice está llena de amargura y como mecanismo de defensa ha desarrollado un carácter lleno de matices irónicos y un humor ácido y sarcástico. Ello provoca que entre ella y sus hijas se haya levantado un muro difícil de franquear que dificulta la expresión mutua de sentimientos. Ante la dificultad y el pudor que supone para ella expresar a sus hijas el cariño que siente acaba por sustituir la comunicación con ellas por un lenguaje imperativo cargado de despotismo y de ironía en el que parece sentirse más cómoda.

"no me gusta que se rían de tí... si se ríen de tí se ríen de mí" dice a Matilda dejando al descubierto que sólo concibe a sus hijas como una prolongación de su propio ego. Por eso reacciona con ira cuando observa la influencia de otras personas en ellas lo que entiende como una competencia intolerable. Pese a todo Beatrice quiere a sus hijas a su manera y demuestra su ternura hacia ellas en una hermosa escena en la que ,abrazada a Ruth, la tranquiliza tras haber sufrido esta una crisis de pánico durante la noche (aunque paradójicamente su hija se encuentra en tal estado que apenas percibe conscientemente este gesto amoroso de su madre).

Ruth almacena en su interior un rencor creciente contra su madre cuya figura opresiva trata de conjurar ridiculizándola en una determinada escena ante sus compañeros de clase en la que interpreta para ellos una imitación paródica llena de mordiente contra ella.


El camino de evasión de Matilda es distinto. Ella apenas es una niña aún y su carácter apocado le impide desafiar abiertamente la autoridad materna. Ha encontrado en la belleza de las ciencias una puerta de salida y al traspasarla dejará atrás para siempre la visión gris de la vida que el despotismo de su madre quiere instaurar.
El profesor Goodman (su nombre no es casual) eleva el espíritu de Matilda cuando en sus clases habla de la materia de la que estamos compuestos: átomos que bien podrían haber pertenecido a seres benéficos para la humanidad como Lincoln o Moisés y, yendo más allá, de la posibilidad real de que nuestros átomos provengan incluso de otros planetas y estrellas que explotaron hace millones de años. Todo esto simboliza una nueva perspectiva en la vida de Matilda, un orden distinto cargado de belleza y poesía. Hay aquí una conexión con lo espiritual a través de lo científico, pues en este caso ambos términos no son contradictorios, ya que subyace en esa referencia a las estrellas y a la inmortalidad de sus átomos un afán por buscar la trascendencia de lo puramente material y mundano a través de la observación de los fenómenos del cosmos; siendo este una representación de la divinidad creadora que irradiaría su propia naturaleza original hacia todo lo que está constituido en el universo. Matilda encuentra así una salida en el descubrimiento de la belleza de la inmensidad del cosmos de la que, en nuestra pequeñez, todos los seres humanos formamos parte. Eso es lo que parece vislumbrar en las clases del señor Goodman y en esa certeza comienza a desarrollar su descubrimiento acerca de la belleza de la vida, de la suya propia y de su valor como ser humano frente a la sordidez y el escepticismo del carácter negador y sarcástico de su madre.


EL SÓTANO Y LA COLINA

La secuencia del sótano de antigüedades resulta muy rica simbólicamente y supone un momento crítico para el personaje de Beatrice, pues es en este lugar donde llega a alcanzar el fondo de una desesperación que se acerca peligrosamente a la locura.
Tras conocer a cierto hombre en el bar en el que intenta mitigar su último revés es conducida por este al sótano en el que él almacena las antigüedades con las que comercia. Los planos desde arriba muestran una enorme sala oscura llena de todo tipo de antiguallas que se apilan polvorientas e inútiles en la mayoría de los casos. El sótano es una representación simbólica de la mente de Beatrice. Si en el desorden de su casa se hace notar también este simbolismo, se contamina allí de otros significados pues existe al mismo tiempo la intención de mostrar la negligencia con que ella aborda las tareas domésticas y la atmósfera de decadencia familiar. Sin embargo el sótano libre de aquellas connotaciones es una sublimación en estado puro de la situación mental de Beatrice. Para acceder a este sótano hay que bajar desde la superficie, es decir, estaríamos penetrando en el interior de su alma. Los trastos que se cubren de polvo en el sótano son una metáfora de los pensamientos y los recuerdos que han quedado atrapados en la mente de Beatrice: en su mente también abundan los "objetos antiguos" es decir en ella acapara todo tipo de recuerdos traumáticos, interpretaciones erróneas, prejuicios, rencores, imágenes, disgustos, sinsabores, pequeños odios, envidias, complejos, resentimientos, , dudas, etc. Toda una amalgama de material psíquico pernicioso que hace referencia al pasado y que constituye un espacio claustrofóbico e insano que obstaculiza la evolución favorable del personaje y amenaza con asfixiarla en este ambiente enrarecido que lejos de menguar se agranda por momentos.
La conducta del hombre que la acompaña al intentar abusar de ella actúa como la chispa que hace explotar la desesperación de Beatrice. Allí en el interior del sótano/mente ella estalla de rabia y dolor al descubrir ante sí la magnitud cada vez mayor de su frustración. Y esa explosión de ira es la reacción propia de quien se siente perdido ante un problema cuya raíz no sabe identificar, el grito de terror ante la percepción de una angustia que le quema y que le oprime con un origen que no es capaz de comprender y cuyo remedio por tanto es incapaz de llegar a alcanzar.


La secuencia posterior a la del sótano es la de la colina que viene determinada en su contenido por el intento de oponer una situación contraria a la anterior. Tras huir del sótano presa del histerismo Beatrice espera el amanecer en el interior de su coche detenida en la cuneta de la carretera. Con las primeras luces del día, es decir con una luz pura y blanca en oposición a las tinieblas del sótano/mente ella, presa aún de una gran agitación mental, abandona el coche y comienza instintivamente a ascender por una ladera verde y despejada en contraposición al espacio subterráneo y atestado que supone el sótano. Necesita respirar aire puro, es decir aún inconscientemente y a la desesperada sabe que necesita salir del cerco opresivo al que su mente la tiene sometida si no quiere acabar enferma y desquiciada. El propósito de ganar altura ascendiendo por la colina en una loca carrera para alcanzar su cima ejemplifica también su deseo interior de obtener una visión de conjunto más atinada, "desde arriba" que le permita al fin liberarse del lastre que tira de ella hacia abajo y orientarse correctamente para conducir su vida y la de sus hijas por el camino adecuado.

Pero el pasado, que no le da un respiro, la persigue en forma de agente de policía que la sigue subiendo la ladera tras ella para amonestarla por su estacionamiento indebido. Cuando ella se detiene y ambos se encuentran el policía resulta ser un antiguo compañero de instituto. Mantienen una charla sobre los viejos tiempos y en el transcurso de ella el policía le hace saber que está casado con Marion Coley, una antigua rival de Beatrice , y además le hace notar que ha resultado ser un feliz matrimonio.
El ascenso por la colina de Beatrice (es decir su intento de pensar con claridad y liberarse del pasado que la oprime) ha cesado bruscamente al ser detenido por el policía (una represetación del pasado, un agente de la autoridad al servicio de su propia mente enferma que la detiene antes de que ella pueda dar un paso que opere cambios que la liberen de su opresión) y toda pretensión de pensar con claridad se diluye al irrumpir de nuevo en su conciencia el pasado y con él los sentimientos de envidia y resentimiento contra aquellos que ella imagina más afortunados.


EL CONEJO BLANCO

El conejo blanco que cuida Matilda como tarea extraescolar asignada por su profesor de ciencias posee también connotaciones simbólicas de las que cabría decir algunas cosas. Atendiendo al rol que en el libro de Lewis Carrol “Alicia en el país de las maravillas” se le adjudica a la figura del conejo blanco bien puede decirse desde entonces que esta figura emblemática representa a un ser que tiene el poder de guiarnos en el tránsito entre dos realidades opuestas. Es decir que actuaría como un guía que nos conduce hacia una dimensión distinta a la nuestra si nos mostramos dispuestos a seguirlo. De esta manera Matilda realiza su particular viaje al otro lado del espejo hacia un mundo luminoso, pleno de sentido donde todos los fenómenos naturales y sus milagrosas manifestaciones cobran una significación sagrada. Al cruzar este umbral abandona definitivamente la oscura dimensión que habita su madre en la que todo es un vacío de mezquindad y escepticismo. El conejo blanco es en realidad un avatar del profesor Goodman que es de quien intenta vengarse Beatrice cuando mata al animal. Este acto es inconscientemente un sacrificio ritual con el que la madre de Matilda pretende por un lado dañar de alguna manera a quienes se ríen de ella y por otro neutralizar la influencia de terceras personas e impedir la huida de su hija hacia una realidad más armoniosa y dotada de sentido.

Pero el señor Goodman y su conejo blanco han completado para entonces su tarea y el sacrificio del animal que en su simbolismo se ocupa de conducir al viajero hacia otra esfera resulta ya inútil. Cuando Matilda descubre su cadáver no rompe en un llanto infantil como podría esperarse de ella porque la transformación ya se ha operado. El acto de entrega del primer premio de la feria de ciencias escenifica el ritual del paso a un estado mental distinto y en esta ceremonia se la inviste por fin del poder que le otorga la nueva perspectiva vital en la que se sitúa. La culminación de este proceso la convierte en una persona llena de equilibrio y fortaleza. Matilda ha dejado atrás el miedo y la inseguridad infantiles y experimenta un proceso de maduración que la libera de la tiranía de su madre quien continuará irremisiblemente perdida en el oscuro sótano de su mente. Por eso Matilda reacciona con serenidad y se limita a llevar el conejo fuera de su habitación depositando su cadáver en el exterior de la casa. Allí deja al descubierto, ante los ojos de todos la maldad inútil del acto de su madre exhibiendo el cadáver del conejo que es también el cadáver de su antigua personalidad.



EL FIN DE LA AUTORIDAD DE BEATRICE


Cuando Ruth oye casualmente la conversación en la que una profesora y antigua compañera de clase de Beatrice hace referencia a esta como “Betty la loca” y rememora alguna de sus extravagantes “hazañas” de aquella época Ruth siente que comienza a derrumbarse el poco respeto que aún siente por su madre.

su madre está “loca” como ella misma sospechaba ya, lo confirma al oírselo decir a una profesora del colegio que la conoció bien. Esta circunstancia viene a conceder a Ruth el argumento que necesitaba para emanciparse, al menos moralmente de su madre y desde entonces esta queda deslegimitada para ejercer sobre ella autoridad alguna.

“¡Betty la loca!” le grita una y otra vez en la escena en la que la madre se prepara para ir a la entrega de premios. Beatrice se derrumba al rememorar el adjetivo cruel con el que se la maltrató en el pasado esta vez en boca de su propia hija. Y a partir de aquí será ya incapaz de hacerse respetar como madre.


Beatriz llega tarde y con unas copas de más al salón en el que se han entregado los premios de la feria científica. Ataviada con un viejo traje de noche que desentona por completo con la naturaleza del acto, Beatriz presa de sus emociones y del alcohol se entera de que su hija ha ganado el primer premio. El público ya ha abandonado el local sólo quedan sobre el escenario los premiados sus profesores y algunos familiares. Beatrice se acerca al escenario sin subir a él (ella está abajo y sus hijas Matilda ganadora del premio y Ruth que la acompaña se sitúan en un simbólico plano superior, es decir sus hijas están ya por encima de la jerarquía materna) y desde abajo, al borde de la histeria, repite la frase que había ensayado para tal ocasión "mi corazón está henchido de orgullo” .

La secuencia final en el terreno exterior a la casa escenifica el nuevo status quo familiar. Beatrice , con una vaso de whisky en la mano, habla allí de limpiar el jardín para convertirlo en un lugar agradable en el que sus hijas puedan hacer vida social con sus amigos. Existe en la formulación de este proyecto una promesa de regeneración que pretende recuperar el respeto y el cariño de sus hijas. Pero Ruth, que la escucha sentada en el jardín, la observa con una dura mirada de desprecio como quien escucha los desvaríos de una persona que tiene su mente extraviada. Entonces aparece Matilda exhibiendo el cadáver del conejo blanco para avergonzar a su madre y todo pone de manifiesto que Beatrice habla ya solo para sí misma porque nadie la cree ni la escucha incluso ella misma se sabe vencida.



Al final Matilda, sentada en el porche en medio de la noche rememora las palabras de su exposición durante el concurso de ciencias y tras ello se escucha la frase que certifica su triunfo sobre el oscuro espíritu de su madre al afirmar su fe en la belleza y en el valor de todo lo creado: “No mamá, yo no odio el mundo”.