viernes, 16 de abril de 2010


Yo os saludo queridos niños soy el Papa Benedictus
En realidad debería decir "Nos" pues los papas así decimos
cuando hablamos de nuestra persona casi divina
¿cómo estáis queridos niños? Nos bien gracias, un ejército de servidores vela por mí de día y de noche.

Me paso las tardes aquí en la sede pontificia frente a un espejo
en el que me disciplino en fatigosas practicas para lograr una
sonrisa natural, una sonrisa ascética, bondadosa o carismática un poco a lo gandhi quizá, ese sería mi modelo, más no lo logro queridos niños llevo setenta años intentando sonreir de forma natural, pero no me sale bien, aunque nunca desespero,

El caso es que vengo notando que cuando sonrío mi expresión se hace más lúgubre, mi ceño se frunce y mis ojos se hunden aún más en la zona de sombra bajo las cejas, así mi mirada adquiere un aire desconfiado y mi sonrisa, tímida por naturaleza, deja asomar unos dientes pequeños y afilados, ya me lo dijo Hans Küng muy sutilmente: "Padre, no deje que su mirada traicione a su sonrisa" Puñetero Küng, desde entonces no he dejado de pensar en ello.

Estoy aquí queridos niños en mis habitaciones, sentado frente a un espejo que me regaló mi amigo el patriarca de Constantinopla al tiempo que me decía: "Santidad este espejo perteneció a Diocleciano" a lo que yo le respondí mientras le sonreía "Muy bien Bartolomé a mí como si perteneció al moro de Frisinga". Estoy aquí sentado ensayando sonrisas naturales y merendando bizcocho y chocolate caliente.

Estoy aquí, queridos niños, con mi estola y mis guantes morados puestos porque ¿no sabéis?... me agrada vestirme de papa antiguo. Tengo sobre mi mesa los salmos de San Agustín y un tomo de Gertrud Le Fort que estoy releyendo. San Agustín ya nos advirtió contra la llegada del relativismo y de la decadencia que traería consigo, Niños, escuchad bien; el relativismo es la mayor jodienda que hay, yo he dedicado toda mi vida a combatir al relativismo y apenas he logrado nada.

Cuando sonrío debería erguir la cabeza, echarla hacia atrás y no dejarla caer como si fuera un reptil, cuando sonrío agachando la cabeza parezco un judío de Dickens ¡sólo me falta frotarme las manos!, ahora me doy cuenta... ¡cielos!... ¿porqué nadie me lo ha dicho?

Yo soy Bávaro queridos niños, mi papá era policía y mi madre sus labores. En la Baviera de antaño se enseñaba a los niños disciplina y modales y gracias a eso he llegado a lo que soy, aunque yo no quería ser Papa, bien que se lo dije a Dios: " Dios mío no me hagas esto" pero eso fue peor porque habéis de saber que el que desea ser Papa nunca llegará a tal dignidad porque Dios cierra el camino a quienes no saben ser tan humildes como yo.
Así que aquí me tenéis... de Papa... con estola y guantes morados eso sí, también me pongo a veces mi gorro rojo de terciopelo con su ribete blanco de armiño.

Aquí me tenéis niños ahora saldré a pasear, la tarde esta hermosa cubierta de nubes, me gusta aspirar la fragancia del aire fresco que antecede a la lluvia, caminaré por los jardines de castelgandolfo, inclinado sobre el cayado pontificio, llevando en el paso una dificultad estudiada, sintiendo en mi pecho el vaivén del crucifijo macizo, me pondré el anillo del pescador y la túnica blanca y cómo sé que algunos ojos me observan en la distancia, siempre me observan, imitaré para ellos la suave sonrisa de los hombres santos de la India.