martes, 19 de mayo de 2009

EL ROSTRO IMPENETRABLE


Hay películas que siguen latiendo con un pulso tan saludable como el primer día. Pueden ser películas que hemos visto ya media docena de veces a lo largo de la vida, quizá más. Las rescata uno del oscuro sedimento donde se han ido acumulando durante años, les sacude el polvo y no hay más que introducirlas en la ranura correspondiente para que resuciten frescas y vigorosas como si hubieran sido estrenadas y aplaudidas en las salas ayer mismo. Por más que uno conoce el argumento y sabe perfectamente como acaban siempre te descubren algún matiz nuevo que en otras ocasiones no habías logrado percibir y sobre todo tienen la sorprendente capacidad de hacer que vuelvas a sentir la emoción de la primera vez que las viste. Esto exactamente es lo que me ocurrió hace unos días cuando volví a ver la única película que dirigió Marlon Brando: "One-eyed Jacks" o "El rostro impenetrable" como la tituló en la España de Franco algún funcionario arrebatado por la lírica.

El planteamiento con el que parte la trama de la película atrapa inmediatamente al espectador porque es una inteligente y ágil sucesión de secuencias seductoras dotadas de enorme fuerza y precisión. La historia nos sitúa ante dos forajidos amigos y cómplices en asaltar los sufridos bancos del oeste americano y del norte de Méjico. Tras uno de sus trabajos son perseguidos por guardias rurales mejicanos que finalmente empiezan a cerrar el cerco sobre ellos alrededor de una colina en el desierto desde la que los bandidos intentan defenderse en una situación casi imposible. "Río" uno de los dos bandidos interpretado por Marlon Brando le propone a su socio que vaya en busca de caballos de refresco sin los cuales será imposible la huida mientras él esperará allí mismo intentando con su revólver mantener alejados a los guardias mientras ello sea posible. Su compinche accede reticente al plan propuesto por Río y se aleja en el único caballo que les queda en busca de nuevas cabalgaduras que puedan sacarlos de aquél infierno. A unos kilómetros, todavía en pleno desierto viven un pobre viejo y su hijo que tienen los caballos que los bandidos necesitan. Dad, el personaje que interpreta Karl Malden, el socio de Río se apodera de ellos, y cuando los está preparando para volver y rescatar a su compinche he aquí que caen al suelo las alforjas repletas de oro que trae consigo y relampaguea a la vista de todos los presentes el resplandor dorado que refulge en las monedas del botín obtenido en el último asalto.

Puede apreciarse tras la visión repentina del oro y escrutando el rostro de Dad(en una interpretación soberbia de aquel magnífico actor que es Karl Malden) el instante mismo en que irrumpe en su cabeza la idea de abandonar a su compañero allí donde le ha dejado y escapar él con todo el botín. Idea que sopesa, en un plano extraordinario en el que nuestro personaje con el brillo del oro en sus ojos acaricia una moneda resplandeciente mientras mira en la dirección en la que dejó a su amigo. Finalmente la traición se consuma, Dad se marcha en uno de los caballos del viejo y Río es rodeado y finalmente atrapado en otro magnífico plano en el que los guardias formando un círculo se ciernen sobre él en un plano cenital sobre aquella colina barrida por el viento. El resto de la película como puede imaginarse narra la historia del héroe atormentado que busca su venganza.

Pues bien yo siempre que veo "el rostro impenetrable" espero con impaciencia, atrapado por las emociones que provocan las imágenes de una historia bien narrada, que todo cambie y que aquel bandido no abandone como a un perro a su amigo y que vuelva a por él con los caballos para que puedan escapar los dos juntos, riendo felices y ricos tras burlar una vez más a los que representan la ley. Es decir que aunque ya conozco sobradamente lo que va a pasar vuelvo a sentir las emociones intensas que cualquier buena película suele hacerte llegar empleando un puñado de buenos planos, algunos actores de los de verdad y muy pocas palabras, solo las necesarias.

jueves, 7 de mayo de 2009

IBARRETXE VUELVE A SU PLANETA


Sucede que ibarretxe se ha vuelto a su planeta. Le arrebataron el bastón de poder, su cayado de mago élfico, su larga vara de roble antiguo con remates de plata . Sucede que Ibarretxe se ha ido y dicen que en su despedida reía nervioso y miraba a todos incrédulo y socarrón. Dicen que el planeta de Ibarretxe tiene una atmósfera irrespirable hecha de nitrógeno, metano y monóxido de carbono. Vuelve el señor Ibarretxe a su paraíso de rocas y hielo. Se ha llevado un esqueje del roble de Guernica, pero dejó a la serpiente que en él habita por ver si muerde un poco a su sucesor. También dejó el hacha por si algunos quieren hacer leña del roble centenario.

Ya llega Ibarretxe a su planeta, dicen que probablemente se pondrá a trabajar de inmediato contando rocas, por el puro afán de contar, y que concebirá un plan para la emancipación de las rocas metamórficas, que para eso son sus preferidas y que lo llamará algo así como:" estatuto para el metamorfismo regresivo de mis amadas rocas" el título aún no está decidido del todo pero qué mas da, todo el mundo acabará llamándolo plan Ibarretxe.

se marchó a su planeta montado sobre una bicicleta intergaláctica, pedaleando con afán, recordando las luchas pasadas y orgulloso de dejar una economía más o menos saneada. Lo despidieron en pie los suyos, tras una larga ovación y eso no se olvida. lo abrazaron los burukides fraternales, besaron sus pálidas mejillas las gélidas damas aranistas y un fornido grupo de gudaris disparó salvas en su honor. Se cortaron algunos troncos donde tallar su efigie y un apuesto dantzari de rh negativo le dedicó el aurresku final. Hasta algunos de aquellos vampiros de piel viscosa acudieron a abrazarlo emocionados, le gustó el gesto, aunque se sacudiera después con disimulo las sucias escamas que quedaron prendidas en su traje.

Sucede que se va Ibarretxe pedaleando con constancia y afán, sin mirar atrás, sin derramar una lágrima, él no es hombre de lágrima fácil. Todo se hizo bien, se va contento de su trabajo, algunos derramaron sangre, pero no era la sangre de Aitor, sólo los burukides deciden quien lleva la sangre de Aitor, sólo el Euskadi Buru Batzar decide quien es depositario de la purísima sangre de Aitor ni siquiera el propio Aitor puede manifestarse al respecto. Se nos va el simpático Ibarretxe, y se va ya, no es hombre de largas despedidas, un abrazo por aquí, unas risas por allá, ninguna lágrima, ya se ha dicho que él no es hombre de ponerse a llorar y cuando te quieres dar cuenta ya no está, y ahí se queden colgados esos con sus solemnes ceremonias que bien sabe él que acaban siempre en juergas de batzoki, regadas con txacolís y riojas alaveses.

No tiene casa en su planeta pero lleva consigo un ataúd de titanio que le regalaron los vizcaínos. Es hombre austero y no necesita más. Ya me lo imagino recostado en su ataúd durante las interminables y heladas noches de su lejano planeta sonriendo incrédulo y socarrón y escuchando con sus orejas afiladas el eterno Crack de sus amadas rocas en descomposición.