jueves, 20 de noviembre de 2008

AHORA SÍ: FRANCO HA MUERTO


En aquella histórica alocución del veinte de noviembre de 1975 un afligido Carlos Arias Navarro aunció al pueblo español la muerte de Franco. Todo resultó muy convincente. El jefe del estado agonizaba desde hacía meses luchando contra el parkinson, los fallos renales, las úlceras sangrantes y otras calamidades que se desgranaban en los partes médicos.
Los españoles estuvieron minuciosamente informados de cómo discurría la evolución clínica del ilustre paciente. A través de la radio, la televisión y los periódicos se suministraba información continua y no se ocultaba en absoluto la gravedad extrema de la crisis que consumía al dictador.
por tanto casi todos los españoles pensaron entonces que la consecuencia final de todo aquello era la muerte inminente del caudillo que sería cuestión de horas o como mucho de algunas semanas.
Así que el anuncio que con tono fúnebre hacía Arias ese frío día de noviembre fue inmediatamente dado por bueno, como un hecho que dada la situación era esperado e inevitable.

Todos los españoles, gente crédula y dada a la ingenuidad, creyeron que aquello que se les decía era verdad. Todos menos uno: un joven jienense que comenzaba por entonces sus estudios de derecho desconfió desde el principio de aquel parte de defunción que con una cuidada puesta en escena leía el presidente del gobierno. Ese joven se llamaba Baltasar Garzón Real y estaba destinado a ser el juez más brillante, insobornable y justiciero vengador que ha existido desde que los hombres comenzaron a impartir justicia.

Al fin y al cabo él no había visto el parte de defunción y el cadáver que se expuso a la vista pública en el palacio de oriente bien podía ser un muñeco de cera o el cuerpo de otra persona. Había en esos días muchos ancianos con una apariencia similar a la de Franco y no hubiera sido difícil suplantar al caudillo por uno de aquellos dobles.
No estaba clara cual era la intención de Franco organizando todo aquel montaje para fingir su muerte, pero ese sería un asunto a resolver más adelante. El joven jienense de veinte años se juró entonces que no descansaría hasta confirmar por sus propios medios aquel hecho histórico del que desconfiaba su mente perspicaz.

Pasaron los años y el muchacho se convirtió en el juez estrella, o en el primus inter pares que es hoy ante los ojos de todos los que aman la justicia. Su carrera judicial le demandó durante muchos años tramitar toneladas de expedientes y un arduo e ingente trabajo como juez instructor.
las peculiaridades en la coyuntura social y política de España durante muchos años le impidieron abordar el asunto pendiente sobre la presunta muerte de Franco. Pero el pasado mes de octubre
pudo al fin entrar de lleno en el asunto de la responsabilidad de las autoridades franquistas en el caso de los desaparecidos y represaliados durante aquel régimen.
Quería juzgar a Franco y por fin pudo tener acceso al acta de defunción del general, para constatar desolado que era verdad que había muerto aquel veinte de noviembre.
Ahora sí: Franco ha muerto.
lo confirma Garzón y ya no dependemos de lo que dijera aquel Arias Navarro, ese hombre de ojitos de mico y bigotillo fascista. Aquel "carnicerito de Málaga"de lealtad incondicional a Franco.
Ahora sí podemos al fin respirar aliviados. Lo ha demostrado Garzón: Franco está muerto.

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