jueves, 27 de noviembre de 2008

DEL PEZ A LA CRUZ


Un juez ha dictado sentencia contra los crucifijos de una escuela pública en Valladolid. Se ordena su retirada de las aulas y otros espacios comunes. El Juez resolvía una demanda presentada por un grupo de padres de alumnos del colegio Macías Picavea.
Siempre me ha incomodado la presencia del crucifijo cuando me he topado con él al entrar en cualquier estancia. Y no es que yo tenga nada que ver con Damien y su famosa maldición. Pero su aparición repentina no dejaba de inquietarme por ese aura solemne y sombría que siempre irradia.
hay objetos cuya carga simbólica y cultural es tan poderosa que allí donde se sitúan, los efluvios que emanan de ellos acaban por constituir una atmósfera que termina por sobreponerse a cualquier otra.

El primer símbolo cristiano era un pez, un perfil trazado esquemáticamente: el ictus. Era un símbolo bello, natural, amable en su sencillez. Pero el ictus acabó descalabrado cómo todo lo que también era sencillo y natural en la filosofía cristiana con la llegada del nuevo equipo directivo.
Sobrevino la gran catástrofe para el cristianismo que fue la conversión de Constantino I el grande.
Se otorgaba ahora poder oficial a la fe fundada en Cristo, durante largo tiempo perseguida.
Se concedía influencia, dinero, prebendas y claro está, los listillos y demás oportunistas que saben oler a distancia dónde hay un buen negocio dieron un paso al frente.

Se pusieron a la cabeza del movimiento y con ellos trajeron a un ejército enorme de funcionarios, de leguleyos, de psicópatas y usureros, de esclavistas y salteadores de caminos; todos ellos recientemente iluminados por la fe verdadera comenzaron a trabajar con ahínco y sin descanso.
Había que acabar con toda espontaneidad, con la sencillez, con cualquier clase de tolerancia, con la concepción de aquellos cristianos que vivían su creencia en la alegría y en la cercanía humana con todos los demás. El trabajo no estaría terminado hasta que no quedara una sola brizna de hierba fresca. Y sobre la planicie desértica resultante levantarían un edificio monstruoso en cuyas dependencias seguirían trabajando incansables para legislarlo todo en la vida y en la muerte del creyente. Para cifrar con una terminología imposible absolutamente todo. Para convertir los principios cristianos, que se habían difundido hasta entonces de una forma cabal y fácil de entender por todos, en una materia farragosa y disparatada, en un manual engorroso y desquiciante. Para todo ello concibieron un instrumento que resultó terriblemente útil: La teología.

El resultado de todo aquello fue una fe en la cual el creyente ha de someterse y acatar todos los preceptos, mandamientos, órdenes, delirios, caprichos y voluntades de los hombres de negro. Que son los únicos que conocen el camino para llegar al cielo. Fuera de ellos no hay salvación. El pueblo quedó fascinado por tanta complicación, por las palabras rimbombantes, por los conceptos sutilísimos, por las disquisiciones intrincadas y sinuosas. Había que tener una gran formación intelectual para manejarse con todo aquello. Así que fatalmente dieron en la firme creencia de que los que mandaban eran sabios. Estos sabios diseñaron el crucifijo como el símbolo definitivo y hegemónico de la cristiandad. La cruz, que es un intrumento de tortura ( no en vano el verbo latino "cruciare" significa torturar) sobre la que se masacraba a un hombre.

El objetivo era que los fieles se sintieran aterrados y culpables. Un pueblo asustado y lleno de remordimientos siempre es más fácil de manejar. Por eso no me ha gustado nunca el crucifijo y su presencia conminatoria. Porque está ahí para hacer llegar su mensaje desolador: que la vida es sacrificio y dolor. Que hemos de vivir eternamente agradecidos al sacrificio de Jesús, que siempre nos ha de inspirar respeto y temor. Y que a imitación de Jesucristo todos debemos cargar con una pesada cruz camino del sacrificio y la salvación sin levantar la vista ni ocuparnos en otras distracciones. Así que espero que pronto salgan todos los crucifijos de las aulas y que den entrada entonces a un aire más fresco.

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