jueves, 2 de mayo de 2024

bueno para el equipo

  La pesada motocicleta se colocó en paralelo a mí con un ladrido bronco del motor. Noté como el camarógrafo del asiento me consagraba un primer plano. Luciría encorvado sobre el manillar y pedaleando como un poseso en el arranque de mi escapada.


 El momento fue electrizante. Nunca antes en una carrera me habían dedicado uno de esos  planos. Muchos miles de personas seguían aquella carrera por televisión. Mi mujer, que días antes me había pedido el divorcio, formaría parte de aquella audiencia.


 La etapa, de media montaña podía ajustarse a mis posibilidades. Yo no era exactamente un escalador ni un especialista en resistencia —nadie, en realidad, sabía lo que yo era—. Pero, los escaladores, estaban aquel día fuera del combate. El favorito para un trazado como aquel, acababa de sufrir la mordida de su vieja tendinitis. Bastante tenía con mantenerse en carrera. Otros reservaban fuerzas para la verdadera montaña, aún por llegar. 


  Antes de saltar a la cabeza de la famosa serpiente y revelar al mundo mi intención de destacarme, consulté como era obligado con el líder de mi equipo. Estrella ciclista del momento y maillot amarillo de la carrera. 


  El líder, un austríaco elegante que parecía pedalear a ritmo de un vals vienés, alzó las rubias cejas sobre las gafas oscuras. Aquel hombre sólo se comunicaba con los segundones a través de frases cortas y gestos ambiguos que no le comprometían a nada. Decía no dominar nuestro idioma. Aunque yo lo había oído dar instrucciones a sus mecánicos en un castellano tan cristalino y preciso, como el de un informe médico.


—Tú intentas hoy, si bueno para equipo— Me respondió finalmente en  un español tan rudimentario como fingido, cuando solicité su visto bueno para mi escapada.


  Ausculté su respuesta y llegué a la conclusión de que daba su aprobación a mi propósito. Tampoco pude sacarle nada más, ya que enseguida su rostro marmóreo retornó a su mutismo habitual. “Bueno para equipo” quería decir, claro está, bueno para él. El león solo caza cuando es estrictamente necesario. Ya sea por necesidad o para reafirmar su mando y aquel día, el austríaco prefería dormitar a la sombra del pelotón.


  El aullido de los aficionados, a ambos lados de la carretera festejó mi osadía.  Jaleando al que se postulaba como héroe del día, tan imprevisto como anónimo.


  Aliado con la sorpresa gané distancia con facilidad. solo restaban 40 kilómetros hasta la línea de meta. Estaba dispuesto a resistir y el júbilo de la afición, que pronto comenzó a corear mi  nombre, tan desconocido hasta entonces, me transportaba a un estado místico.  Me parecía levitar sobre el asfalto, bicicleta incluida. 


  Esa sensación fue pronto sustituida por pensamientos traicioneros. Los cronistas de la vuelta –fantaseé pronto— estarían informando en detalle sobre mí. Interrogando en antena a sus colaboradores acerca de quién era yo,  y de cuál era mi especialidad.


 Sube bien dirían “aunque no es un escalador puro”, tampoco es un sprinter ni le define una gran resistencia. Entonces, imaginé, alguien, soltaría  aquello de “es un buen rodador” Dios mío pensé. Seguro que alguien dirá eso mismo: Un buen “rodador”. Yo —no podía evitarlo— detestaba esa expresión. 


  Mi mente siguió jugándome malas pasadas. ¿Por qué mi mujer me había hablado de divorcio cuando competía en mi primera carrera importante? Para motivarme, me respondí fingiendo aplomo. 


  Sin duda ella conocía mejor que nadie los resortes mentales que había que accionar para sacar lo mejor de mí. ¿acaso no era esa circunstancia lo que me había animado a salir del anonimato durante aquella jornada?


 Pero…¿y si no era así? ¿iba yo a evitar el fracaso de mi matrimonio con sólo ganar una etapa de la vuelta a España? traté de recobrar la calma y refrescar el ánimo. Puede que yo fuese un rodador. Pero el mejor de todos ellos. por eso mismo tenía que ganar aquella etapa.


 Algunos kilómetros después miré hacia atrás y divisé la siluetas oscilantes de un pequeño pelotón que seguía ya de cerca mi fuga. ¿No era uno de ellos el escalador de la falsa tendinitis? ¿no le acompañaban otros tristes gregarios, otros “rodadores" insolidarios que querían arrebatarme el derecho a ganar, al menos, una etapa?


  Mis fuerzas amenazaron colapsar ante una perspectiva tan ruin. ¿Qué comentarían ahora los periodistas que narraban la carrera? esas polillas que saltan de un foco de luz artificial a otro. Simplezas sin duda, del tipo: El final está muy abierto. o podría ganar cualquiera. es la rebelión de los don nadies. Hey! Eso dolía.


 Resulta que yo no era sólo un “rodador” del montón. Sino que además, con toda probabilidad,  me acababan de calificar de “don nadie” ante una audiencia de millones.


  Estaba en esas y otras  reflexiones  cuando oí un nuevo clamor a mis espaldas. Una ovación que dejaba en ridículo a la que había acogido el inicio de mi escapada. 


  Miré atrás y no podía creerlo. ¿No era ese que acortaba metros con su pedaleo fácil el mismísimo austríaco? ¿El líder de mi equipo? ¿el puñetero león que debería estar sesteando al abrigo de la manada? El muy hijo de perra me sobrepasó como una exhalación, dejando tras de sí solo la estela amarilla de su maillot. 


  Ya cerca de la meta, que el austríaco ni que decir tiene, cruzó en primer lugar, me alcanzó el grupo que nos seguía de cerca. 


  Una caída masiva en la que me vi complicado, al límite de la línea de meta puso fin a mi aventura. Mi cuerpo fue proyectado hacia delante en aquella melé, tras perder el equilibrio y caer. Al menos, eso sí, los jueces decretaron que yo había obtenido el segundo puesto de aquella etapa. 


  El remolino de periodistas alargó sus micrófonos hacia mi, mientras me conducían en camilla hacia la ambulancia. Has llegado el segundo, ¿qué se siente? No está tan mal para un gregario dijo otro, subirás al podio. es decir subirías si pudieras. ¿Te duele mucho? preguntó un becario. ¿Alguna costilla rota? Pronto el enjambre de polillas voló en busca del austríaco que asomaba por allí, fresco como un lord después de un tonificante paseo a caballo. 


¿Y mi mujer? Pensé. ¿Se estaría replanteando lo del divorcio después de todo lo ocurrido?


 los periodistas se arracimaron en torno al maillot amarillo disparando preguntas cruzadas: Lástima compañeros caen, dijo él en su castellano de falso sioux, mañana otro día, contento victoria mía, esto ser bueno para el equipo.


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